Dormir poco nos vuelve más primitivos

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Irritable, nervioso y sensible. Es la descripción del estado de cualquier ser humano tras una noche en vela. Cuando no dormimos, nuestro cerebro lo paga caro y reacciona de forma desproporcionada, sobre todo a las experiencias negativas, según concluye un estudio publicado en la revista Current Biology.

“El sueño restablece nuestros circuitos cerebrales emocionales, y al hacerlo nos prepara para los retos del día y las interacciones sociales”, asegura el investigador de la Universidad de California Matthew Walter, coautor del trabajo.

Si no cumplimos con las horas mínimas de sueño, se bloquea el lóbulo prefrontal, que es la región del cerebro encargada de mantener las emociones bajo control.

Para llegar a esta conclusión, Walter y sus colegas analizaron la actividad cerebral de un grupo de voluntarios que habían permanecido despiertos más de 35 horas, usando para ello resonancia magnética funcional.

Aunque esperaban una respuesta intensa, el resultado les pilló por sorpresa: los centros emocionales eran un 60 por ciento más reactivos en sujetos privados de sueño.

“Cuando no dormimos, el cerebro regresa a un patrón más primitivo de actividad, y somos incapaces de poner las experiencias emocionales en contexto y de responder de forma controlada y apropiada”, advierte Walter. Y asegura que estamos ante la demostración más evidente del riesgo que entraña no dormir suficiente.


“La falta de sueño altera los mecanismos cerebrales que regulan aspectos esenciales de nuestra salud mental –subraya-; dormir no es un lujo que podamos escoger, es una necesidad biológica”.

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