Del Fracaso a la Grandeza

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Hay tanto para aprender del fracaso, si solo
nos diéramos la oportunidad...

El fracaso tiene diferentes efectos de acuerdo con las distintas personalidades.
Para algunos el fracaso es algo que debe ser soportado.
Estas personas consideran que solo soportándolo, estarán preparados para los posteriores desafíos de la vida. Para otros, el fracaso es el final.

Los cierra, y los deja menos capaces, con menor auto-confianza, con menores recursos para manejarse en la vida y mucho menos, para afrontar las adversidades o para re-iniciarse en algún asunto sea éste del plano laboral, amoroso, de estudios, etc.
No obstante, a diferencia de lo que se cree, el más grande beneficio que el fracaso puede aportar no es el de templar un espíritu o construir un temperamento. Ni siquiera esto es válido para un proceso de aprendizaje. El fracaso puede constituirse en la parte única, la mágica y la más poderosa en la vida de alguien.
El fracaso contiene las semillas del éxito decía una voz sabia. Esto ocurre cuando permitimos que la parte sustancial del fracaso se convierta en bendición, en bisagra que abre esa puerta inadvertida.
El fracaso contiene información valiosa. Adecuadamente utilizados, los registros derivados del fracaso tienen el poder de definir el cierre y final de un suceso de larga data. Visto desde esta óptica, no es de extrañar el que el fracaso resulte en muchas historias de lucha y experimentación, ese elemento esencial que trajo frutos no previstos y sorpresas gratas jamás imaginadas.
Recorra la historia de cualquier área de interés humano: comprobará que ese monstruo tan temido llamado "fracaso" terminó muchas veces constituyéndose en el mejor aliado de un éxito no contemplado con anterioridad. Cuando fallamos en algo, nos sentimos tristes, quebrados, desesperanzados. Lo que requiere coraje, trabajo, determinación, vigor resulta para mucha gente motivo suficiente para evitar. De lo contrario, debe ser sostenido estoicamente.
Aparece el orgullo, el encubrimiento que no siempre conducen a puertos deseados. Ante el fracaso, suele surgir la necesidad de pedir disculpas, de justificar y junto con ello, la necesidad de encontrar cuanto antes maneras efectivas para salir de él No caben dudas de que la experiencia de fracaso es desmoralizante, incómoda y algo que nadie quiere tener. Pero tampoco caben dudas de que en cierta forma y visto desde una determinada manera, trae dolores valiosos y beneficios indiscutibles.
Ante experiencias de fracaso, por lo general surge una pausa, uno se inclina a la reflexión porque se hace necesario revisar lo que de ninguna manera conviene repetir. El fracaso bien aprovechado conduce a hacer ajustes con vistas a mejorar.
Cuando surge esa idea orientada a la mejora, nos encontramos nuevamente energizados y esperanzados.
Pero lamentablemente esto no siempre ocurre. Muchas personas se quedan con la parte negativa de la experiencia de fracaso cuando deberían quedarse con la enseñanza que todo fracaso trae. El problema con el fracaso es etiquetarlo de un modo negativo cuando en realidad está trayendo importantes observaciones, lecciones que vale la pena aprender.
En este sentido puede afirmarse que el "fracasado" es alguien que se ha mostrado reticente o perezoso a la hora de aprender. Se ha comportado como un niño consentido y obcecado que pretende que las cosas de este mundo funcionen como él quiere y que sean como él quiere. Pero la verdad es que las cosas de este mundo funcionan como funcionan, y son como son.
El fracaso es un maestro duro, severo, riguroso. De esto no quedan dudas. Pero me gustaría contagiar la idea de que el fracaso es un maestro hecho y derecho. Un maestro inflexible, puntilloso que se propone enseñarnos cosas valiosas para nuestro bien. Nos impone desafíos y pruebas a veces durísimas que pasar para las que no siempre estamos preparados. Pero si algo descubrimos con él es nuestra increíble velocidad para aprender. Y aprendemos mucho, muy rápido aunque a veces debemos presentarnos a rendir el mismo examen una y otra vez. Es que hay lecciones que nos cuesta aprender.
El fracaso es un episodio en la vida. Es una marca con un significado. Un episodio que puede dejar una carga emocional negativa, auto-destructiva y desmoralizante de alto calibre y duración. Pero, con un poco de astucia y con clara conciencia de que la experiencia en si misma y las sensaciones son el resultado directo de energías actuantes, el fracaso se convierte sin dudas en una experiencia única y expansiva, perfectamente apta para la mente imaginativa y audaz, esa que concluye en que nunca verá la luz del día si no fuese por el fracaso. El fracaso puede ser la antesala de la grandeza.
Para ello es imprescindible animarse a tocarlo, quitarle la cáscara de negrura y palpar su parte nutritiva. Pero antes, hay que preguntarse si realmente uno está comprometido con el éxito. Si uno de veras rechaza el fracaso o se identifica con él. No todas las personas que se quejan y se lamentan de su fracaso se identifican con el éxito.
Al fracaso por lo tanto hay que estudiarlo, entenderlo bien y luego rechazar la parte de su sustancia que merece ser descartada o modificada. Ninguna otra. Quédese con la lección, con el amargor, con el dolor. Son buenos compañeros, serán sus guías confiables. No aspire al olvido. Nunca deseche lo que es suyo o lo que fue dirigido a usted. Vale la pena tenerlo y retenerlo.
No tema a las emociones que pueda traer. Las emociones están hechas para sentirlas decía Bach, son el termostato de su vida, la brújula que lo guiará bien. La cara del fracaso puede ser su soledad de hoy, una cuenta bancaria cerrada, dormir toda la mañana porque se ha perdido el trabajo, el desengaño si acaso fue víctima de una estafa.
Esta es la cara que ha de rechazarse y debe saber que se trata de una cara temporaria que puede recomponerse como se recompone el semblante caído con una buena dieta o con el descanso. No es realista aspirar a una vida sin problemas ni fracasos.
Como el alimento, el fracaso es parte de la vida y fundamental para el crecimiento, pero la buena asimilación del fracaso es harina de otro costal.
No es una cuestión de vida o muerte pero se obtendrá el producto magnífico de un buen manejo de energías, o el derrumbe emocional resultante de dejar las cuestiones energéticas libradas al azar.

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