La punta del Iceberg

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Durante el verano pasado en Norteamérica, mientras en algunas regiones hacía un calor sofocante, en otras, había inundaciones. Gran parte de Europa y Asia estaba literalmente ardiendo o sumergida bajo las aguas, reportándose deslaves y ríos desbordados. Donde los daños no venían del cielo, llegaban de las entrañas de la tierra. Perú se recupera de un mortífero terremoto y en Japón la central de energía nuclear más importante fue clausurada después de que un sismo provocara una fuga radioactiva.


Muchos científicos ya están admitiendo que estos desastres son tan sólo la punta de un iceberg de inconmensurables proporciones. Ya no nos preguntamos si una catástrofe mayor podría ocurrir, sino cuándo sucederá. ¿Será posible que empecemos a pensar que el ambientalista James Lovelock tuvo razón al titular su libro La venganza de Gaia (Tierra, según la mitología griega)?



El 20 de agosto, 2005, tras desoídas advertencias, el huracán Katrina golpeó la costa este de Louisiana arrasando las ciudades de Nueva Orleans, Biloxi y poblaciones aledañas. El saldo fue casi dos mil muertos y un costo económico mayor a cualquier otra tormenta en la historia. A casi cuatro años, las heridas provocadas por Katrina no han cicatrizado.
Una mirada rápida a los desastres naturales alrededor del mundo, nos revela un patrón de sucesos de creciente severidad y frecuencia. Las inundaciones en Corea del Norte cobraron cientos de vidas, al igual que el terremoto en Perú y los torrentes provocados por el monzón en China.
Los incendios en Italia y Grecia afectaron grandes extensiones de terreno, dejando poblados reducidos a cenizas.
Gran parte del oeste medio de los Estados Unidos se vio saturado por las incesantes lluvias, ocasionando que los ríos crecieran muy por encima de los niveles de sus cauces.
Miles de norteamericanos perdieron sus hogares. Otras calamidades ocurridas este año son los incendios en California y el tornado que arrasó Greensburg, Kansas.
El clima está de moda
Hollywood también ha hecho suyo este tema. Los documentales de Al Gore Una verdad incómoda y La hora once, narradas por Leonardo DiCaprio, son claros ejemplos de esta tendencia. Los periódicos más serios dedican varias columnas al tema del medio ambiente.
Tal parece que a casi 250 años de la revolución industrial finalmente empezamos a admitir sus consecuencias. Si antes nos preocupaba la supervivencia de algunas especies, hoy la supervivencia de todas las especies, incluyendo la nuestra, se encuentra en peligro. Si no modificamos radicalmente nuestro modo de pensar, la naturaleza se encargará de hacerlo por nosotros, cobrándonos un precio muy alto por sus enseñanzas.
Una nueva visión de la naturaleza
El principio de interconexión y unidad determina que todas las partes de la naturaleza deben trabajar no para su propio sustento sino para el del sistema en conjunto. A excepción del hombre, el instinto de conservación del equilibrio es un atributo inherente en todos los niveles de la naturaleza: inanimado, vegetativo y animado. Por consiguiente, en el universo entero, la humanidad es el único elemento disociado.
Así, al corregir la naturaleza humana repararemos los demás elementos del entorno, pero si continuamos fracturando su equilibrio sólo intensificaremos y prolongaremos nuestras dificultades.
La Cabalá nos enseña que el único camino que nos queda para ayudarnos a nosotros mismos y al mundo que nos rodea es “trabajar” internamente, reemplazando nuestro deseo de auto complacencia por el deseo de “satisfacer al sistema”.
El hombre es el lobo del hombre
Cada día nos volvemos más y más egoístas, aumentando las desavenencias y alejándonos del principio de unidad. El hombre no sólo explota a sus semejantes, a los animales, plantas y minerales, sino que también se complace en erigirse sobre la ruina de los demás. Y entre más egoístas somos, mayor es la reacción de la naturaleza para restablecer el equilibrio.
Por esta razón, sentimos que está cobrando venganza, cuando en realidad, sencillamente intenta corregir el daño que hemos causado.
La naturaleza no puede, ni otorga concesiones. Podemos continuar escondiendo la cabeza en la arena, pero si lo hacemos, es muy probable que se quede enterrada. El tiempo apremia, pero aún podemos salir del fango, asumiendo el compromiso juntos.
La alternativa
Los seres humanos tomamos lo que queremos sólo para nosotros mismos. Sin embargo, como las leyes de la naturaleza han sido predeterminadas y son inalterables no tendremos otra opción sino “optar por unirnos y retribuir, participando voluntariamente en el proceso”, en vez de seguir a ciegas, chocando constantemente contra obstáculos imprevistos.
De hecho, la ventaja privativa de los seres humanos es la habilidad de comprender cómo y por qué la naturaleza opera en la manera que lo hace.
La sabiduría de la Cabalá nos ofrece un método de auto estudio y auto transformación, dándonos una explicación coherente de las leyes comprobadas por los cabalistas en el transcurso de casi cinco mil años.
Aunque la terminología ha ido cambiando, adaptándose a las necesidades de los estudiantes en diferentes épocas, los principios han permanecido tan inamovibles como la naturaleza misma, puesto que es a ésta que dichos principios se refieren.
La naturaleza no nos creó con el poder de la reciprocidad, pero sí nos proporcionó los medios para adquirirla por elección propia. Al hacerlo, la recompensa es el desarrollo de capacidades de omnipotencia y omnisciencia. Tan sólo se necesita la voluntad para dar el primer paso.
Fuente: Rav Dr. Michael Laitman

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