Feng Shui para el éxito en los negocios

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Feng Shui en los negocios: una historia
Habían sido amigos por más de 15 años. X e Y se habían conocido en la secundaria. Desde ese entonces, hubo una química especial entre ellos. Se forjó una relación que iba más allá de los estudios; una amistad de días completos, que derivó en una exitosa pero complicada actividad comercial.

Entonces, ¿cómo fue que el Feng Shui salvó la empresa y su amistad?


El ciclo productivo del Feng Shui: el éxito
Cuando X e Y egresaron del colegio secundario, cada uno eligió un camino de distinto, tanto en los estudios como en las actividades laborales. Sin embargo, seguían frecuentándose con sincronizada periodicidad.

A la edad de 25 años, Y vislumbró la posibilidad de hacer un negocio con X. Hacía tiempo que éste se dedicaba a engrapar cerda para cepillos capilares. Entonces, Y armó un pequeño taller para fabricar sus propios cepillos, a los que su amigo colocaría la cerda.

El negocio fue muy próspero para ambos, tanto que decidieron formar una sociedad y unificar los talleres. Ahora, querían consolidarse como los fabricantes de cepillos número uno. Querían crecer para ganar más, para tener peso en el mercado y vencer a otros competidores, y creyeron que su unión los fortalecería; se animaron entre ellos y a los pocos meses ya estaban unidos.

Así, entraron conjuntamente en una gran nave industrial en un nuevo complejo en las afueras de una gran ciudad. La ilusión dio sus frutos y sus primeras facturaciones fueron muy superiores a las que hacían individualmente. No tardaron en cambiar de casa y en comprarse nuevos y lujosos vehículos, ni en comportarse y vestirse como lo que eran ahora: los jefes.

Todo parecía perfecto, tan perfecto que dejaron de lla­mar por teléfono a sus familiares y de relacionarse con anti­guos amigos que ahora no estaban a la altura de sus beneficios mensuales.

La caída
Unos años después sobrevinieron los problemas. Las cosas comenzaron a ir mal y tuvieron que despedir muchos empleados. Su relación también se volvió complicada. Ya no eran aquellos grandes amigos. Camino a sus oficinas, cada uno evitaba cruzarse con el otro. Las viejas charlas sobre vacaciones y viajes fastuosos habían dado paso a los reproches.

Fue entonces cuando X decidió abrir su mente; explorar los horizontes que para él resultaban desconocidos. Por comentarios de algunos allegados, se contactó con un especialista en ciencias alternativas. Con mucho trabajo, convenció a Y para que le permitiese realizar un estudio Feng Shui de su negocio.

Aquella húmeda mañana de verano llegó el especialista. Tenía una brújula, una vara en «Y» de alcornoque seco, unos planos de baguas (entradas y salidas de energía), y reco­rrió toda la nave industrial para encontrar los puntos posi­tivos y los puntos conflictivos, el qi (centro energético) de la empresa y la situación de luces y sombras, y de puertas y ventanas.

Cuando terminó de hacerlo redactó un informe. El especialista insistió en que en unas oficinas como las que tenían orientadas hacia el Sudeste, había más riesgo de sufrir alergias, pro­blemas respiratorios y dolores de cabeza, por lo que les recomendaba cambiarlas al sector Noroeste.

También recomendó que pusieran una doble puerta en la entrada del alma­cén, que cambiaran la maquinaria del Oeste al Este y que el área comercial la colocaran en la zona Sur, para lo que necesitarían hacer una nueva puerta con cristales ahu­mados para que los fuertes rayos del sol no desmejoraran los colores de la mercancía.

En suma, el estudio señalaba la imperiosa necesidad de reubicar prácticamente el grueso de la fábrica, para evitar los conflictos y mejorar las ventas.

X tomó las riendas del cambio y ubicó las máquinas, las puertas y las oficinas donde le habían dicho, y de paso puso una fuente de agua y la máquina de café justo donde le habían señalado el qi de la empresa. Los años pasaron y la empresa volvió a crecer ininterrumpidamente.

El Feng Shui para el trabajo y la oficina
El Feng Shui, como arte de la ubicación, nos permite colocar cada cosa en su lugar y encontrar un lugar idóneo para cada cosa, estableciendo un orden y una armonía entre los elementos, los objetos y las personas, y, por supuesto, entre empresarios, proveedores y clientes, porque si cada cual guarda su debido lugar y cada quien cumple con lo que tiene que cumplir, no habrá conflicto y las cosas funcionarán mejor.

Fuente: En Plenitud

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