Incongruencias islámicas

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¡Da tanto de sí el asunto de los jadiz!. El húngaro Ignaz Goldziher, continuando un estudio de Reza Aslan, ha encontrado que gran parte de los “jadices” son refundiciones de “versículos de la Torá, de los Evangelios; fragmentos de sentencias rabínicas, aforismos persas antiguos; pasajes de la filosofía griega; proverbios hindúes e incluso reproducciones literales como la del Padrenuestro”.

La parábola de los trabajadores de primera y última hora está rehecha literalmente en los jadices; frases como que no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha, igual; la copia casi literal de los Mandamientos...


En realidad, y eso lo reconocen los estudiosos musulmanes, Mahoma en un primer momento no quería sino completar o dar cumplimiento a las dos religiones más importantes de su tiempo, el judaísmo y el cristianismo. De ahí que se sirva de ambas. Eso sí, exigiendo que se reconozca su revelación como divina.

Lo mismo que sucede en el AT y en el NT no podían faltar evidentes contradicciones internas, afirmaciones en un lugar que en otro quedan refutadas, doctrina aquí y contra-doctrina allá, afirmaciones comprensivas o permisivas que la práctica real echa por tierra.

“No hay coacción en la religión”, dice Mahoma, al que parece imitar JP-2 diciendo, “la fe no se impone, se propone”, algo que la propia historia del cristianismo refuta. O la comprensión con otros cultos por ser seguidores “del libro”: igual tolerancia que los cristianos (protestantes o católicos) profesaban hacia los judíos, que preferían ser tributarios del régimen otomano que de los reyes cristianos.

Mahoma mismo, a pesar de esta condescendencia primera, se dio cuenta del poco aprecio que recibía de todos ellos y por eso afirmó que su tolerancia estaba inspirada por Satán (insistamos: Mahoma era un fervoroso creyente de Satán y de otros muchos satanes del desierto, los célebres djinns). ¡Y se rasgan las vestiduras porque Salman Rushdie escriba algo tan inofensivo como “Los versos satánicos”!.

Citemos como dato anecdótico el modo como Mahoma recibía sus revelaciones: tenían que sujetarlo por los dolores que padecía, le zumbaban con fuerza los oídos, le caían grandes gotas de sudor... Algunas de sus esposas ya hacían bromas respecto a sus revelaciones, excesivamente condicionadas por sus deseos. Y, por otra parte, ya es triste que siempre el contacto con Dios –Mahoma, Jesús en el Huerto, San Pablo en su camino a Damasco, Santa Teresa y el Padre Pío...— tenga que ser doloroso y traumático en vez de ser una experiencia llena de serenidad, belleza y lucidez mental.

Algunos cristianos han sugerido en tono de burla que Mahoma, tal vez, fuera epiléptico, sin darse cuenta de que algo parecido le sucedió a su entrañable Pablo de Tarso.

A este respecto no nos resignamos a pasar por alto el argumento de David Hume respecto a las revelaciones de Mahoma y, por extensión, a todas las revelaciones:

¿Qué es más probable, que un hombre sea utilizado como medio de transmisión de dios para difundir algunas revelaciones ya conocidas o que profiera revelaciones ya conocidas y crea o afirme recibir órdenes de dios para hacerlo?

Extractando pasajes concretos de los jadices, encontramos a un Mahoma que es todo menos profeta, todo menos santo o mensajero de dios. Más bien lo contrario, es un personaje vengativo, obseso sexual, tragón, avariento... Además de poder gozar ya de cinco esposas, ¡se casa con una niña de 9 años! Hoy habría sido condenado por pederasta. En la mesa, se queda con los mejores trozos. Muestra avidez en el reparto del botín tras la victoria... Y nada tan humano como ser bendecido con tantos descendientes (hoy son tantos que superan en número a los trozos de la Cruz o los clavos sagrados (1).

Terminemos con algo que mueve a la risa, razón por la que en La Meca no pueden entrar los escépticos (los crédulos de toda condición tienen pánico visceral a las bromas, a la ironía, a la risa): la Kaaba, ¿para nosotros “la caraba”?, es un cubo pétreo al que deben besar después de haber dado siete vueltas siguiendo la dirección del sol que gira alrededor de la tierra. El beso ha de hacerse a una piedra negra incrustada en el muro (el mismo beso a las reliquias cristianas, al niño Jesús recién nacido, a Santiago, a la Santa Cruz, al relicario...).

Dicen que quizá esta piedra sea un meteorito. Puede ser. Y lógicamente impresionaría su caída a gente palurda salida del desierto.

Realmente “Los dioses deben estar locos. ¡Mira que tirar en la tierra una botella de Coca-Cola!”.

(1)Alguien ha calculado la longitud de la cruz, sumando los trozos existentes, en unos tres mil metros. No creo que sea verdad.

Fuente: Periodista Digital

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