Crítica --eclesial-- a los valores de la juventud

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Desde el Papa hacia abajo, cualquier portavoz, voceras o heraldo de la fe al que le ponen un micrófono en la boca se siente con derecho a despotricar contra la perversión de valores que anida en la juventud “de hoy día”.

Tampoco es una novedad, porque bajo otros puntos de vista, los viejos, los que han traspasado la madurez, suelen diagnosticar idéntico mal: "Ay, la juventud de ahora..."

Si no viéramos que la juventud ha sido así desde la profundidad de los tiempos –rebelde, inconformista, respondona, incluso hedonista y egoísta—no saldríamos a la palestra a intentar poner las cosas en su sitio.


Tengo ante mí un artículo que analiza o critica, bajo el criterio de la “fideidad”, ciertos “datos sobre los universitarios españoles”. Ya de entrada diríamos que, si son “datos”, no constituyen otra cosa que “realidad”. ¿Han de preocupar los datos? Los datos “son”, se aceptan y se trabaja con ellos: la cuestión versa sobre el criterio con que se analizan.

Primera aserción: los universitarios españoles tienen una “visión ficticia y hedonista de la vida”. Me bullen los argumentos, pero baste con aquello de “quod gratis afirmatur, gratis negatur”. Muchos decimos lo contrario.

Segunda diatriba: “escasa aceptación de valores políticos, sociales y religiosos”. De nuevo, cuestión de pareceres. Lo que puede entenderse como un contra-valor, para otros puede que sea un valor que no existe en aquellos que están asentados en la vida y que quieren que nada cambie. Sería -¿cómo llamarlo?- el VALOR-QUE-RECHAZA-LOS-VALORES-QUE-PROMUEVEN-LÍDERES SOCIO-POLÍTICO-RELIGIOSOS. ¿Inconformismo, rebeldía, intransigencia, asco, repugnancia, aversión, rebote, decepción, clarividencia, sentido crítico? De todo ello hay.

Tercera afirmación gratuita: “preocupación única por la seguridad” como obsesión de nuestros universitarios. ¿Y qué tiene esto de malo? Pero tampoco es cierto. Un ejemplo lo podemos ver –cosa que es lo normal en la vida-- en la cantidad tan grande de jóvenes emprendedores, atrevidos, voluntariosos… que se lanzan a formar su empresa o, cómo no, a dedicarse a los demás en miles de ONG nutridas de jóvenes profesionales no “religionados”.

Claro, hay gente que quisiera verlos bajo los lábaros de Manos Unidas, Cáritas, Hermanitas de los Pobres o Duendes de la Caridad.

Asunto tangencial: si cito tales organizaciones es porque les sirven para subsistir –el 8% de Manos Unidas va para “gastos de gestión y captación” – y, esto ya es peor, justificarse existencialmente. (Una religión jamás debiera dedicarse a fines asistenciales, que para eso está el Estado con sus impuestos, aunque reconozca que la Iglesia gestiona mucho mejor que el Estado los dineros que recibe para fines asistenciales).

Quien mira con gafas ahumadas, todo lo ve de color sepia. ¿Por qué hablan de “sociedad sin valores”? Como no salen por la calle, como no conviven con la gente NORMAL, como viven encerrados en guetos, juzgan todo según los valores que “parecen” servirles a ellos.

Incluso en el reducidísimo círculo de mi propia casa, donde “todavía” perviven hijos poco ha “universitados” y en amigos suyos que frecuentan nuestra convivencia, encuentro muchos valores.

Les citaría algunos:
COMPAÑERISMO,
AMISTAD,
SENSIBILIDAD ARTÍSTICA,
AFÁN DE SUPERACIÓN,
BÚSQUEDA DEL BIENESTAR FAMILIAR Y SOCIAL,
APEGO A LA FAMILIA,
PREOCUPACIÓN Y GOCE DE LA NATURALEZA,
ALEGRÍA DE VIVIR,
COMPETITIVIDAD SANA,
RECONOCIMIENTO DEL ESFUERZO,
ALEGRÍA POR EL ÉXITO DE LOS AMIGOS,
CAPACIDAD CRÍTICA,
SENTIDO DE LA JUSTICIA,
PROFESIONALIDAD,
QUERER HACER BIEN LAS COSAS,
RECHAZO DE LA EXCLUSIÓN SOCIAL,
AFÁN POR CAMBIAR ESTRUCTURAS SOCIALES ESCLERÓTICAS,
RECHAZO EXPRESO Y MANIFIESTO DE LA GUERRA,
COMPASIÓN POR EL QUE SUFRE,
INTEGRACIÓN...

¿Sirven estos valores? No, no digan que éstos son valores “cristianos”, porque no lo son. Son los valores humanos que siempre las religiones, todas, han tratado de secuestrar.

Quizá choque, eso sí, que no se vea ninguno como:
PIEDAD,
FERVOR,
DEVOCIÓN,
ASCETISMO,
HUMILDAD CRISTIANA,
RELIGIOSIDAD...


Investiguen por qué.

Cuarta afirmación gratuita: “quiebra de la moralidad”. ¡Claro que existe moralidad en la juventud y en la sociedad actual! ¡Claro que existen valores morales! Lo que no se puede hacer, por rigor intelectual, es juzgar al colectivo por aquellos casos que la baba televisiva propala y envuelve con su viscosidad morbosa. Y lo que no existe tampoco es el trágala moral trufado de credulidad que el estamento religioso quiere imponer a la sociedad. La religión se apropió de la moral natural para sublimarla y lo que han hecho es explotarla en su beneficio.

Pero la juventud, como la sociedad se ha liberado gracias al proceso de diagnosis personal, humana y racional y a la extensión de la cultura a capas sociales antes privadas de ello.

Recomendación: acepten ustedes, pues, “esos” DATOS y “esos” VALORES o retírense a sus Sínodos Diocesanos, asambleas de parroquia, conciliábulos beatos, conventículos esotéricos, hermandades procesionales e incluso conjuraciones de aldea.

Y esto último lo digo con intención: preocupante es el relativismo moral de “su” Iglesia, que, dependiendo de la sociedad en que se inserte, hace depender la vida (de los demás, claro) de opiniones nacionalistas: ¿por qué en Madrid paren a deshora Documentos contra el Terrorismo y en el País Vaso curas hay y obispos ha habido que se han negado abiertamente a condenarlo y no se han “posicionado” decididamente al lado de las víctimas?

¡Esto sí que es negación de valores! O un valor novedoso: MIEDO.

Los jóvenes tienen claro que SU VALOR SUPREMO ES LA VIDA, que está por encima de todo. Sí, de todo, de Dios, de religión, de patria, de nación, de credos, de partidos... He ahí navegantes sin rumbo, en este caso los pilotos de la barca de Pedro, que confunden todo o tratan de confundir a todos.

Por no alargarnos, olvidemos cuán a menudo su Iglesia ha cambiado a lo largo de la historia ¡¡incluso en aspectos dogmáticos!! No hablemos de criterios morales, que produce sonrojo.

Fuente: Periodista Digital

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