La religión, un asunto de actitud no sujeto a discusión.

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En un artículo anterior hacíamos referencia a un blog vecino donde se discuten asuntos relaciones con la verdad sobre el Jesús de los Evangelios. Ello nos da pie a considerar el asunto “verdad” inherente a las creencias religiosas y el aledaño a la misma, "aceptación".

Con demasiada frecuencia para pensar que sea casualidad cuando de opiniones contrarias a determinadas creencias se trata, se alzan en este blog comentaristas, presuntamente católicos practicantes y convencidos, que tildan a quien escribe de necio, cura rebotado, estúpido, malnacido, amargado, resentido, imbuido de odio… No se habla de la verdad o no, se denigra al mensajero. ¿Por qué esto en las presuntas "verdades" religiosas? ¿Por probadas y no sujetas a discurso?


Insultar sólo afecta a quien se sienta concernido --no es nuestro caso-- y siempre denigra al que lo hace. En todo momento procuramos no dejarnos arrastrar por esa corriente con una la línea a seguir teóricamente clara, que no es otra que la de considerar los asuntos como desde la lejanía y, sobre todo, con afán de imparcialidad en la búsqueda de la verdad. Si de tal verdad, como deseamos, la creencia se tambalea, ¿es culpa de quien así lo dice?

Con harta frecuencia, asimismo, advertimos la poca facundia intelectual del que confunde ironía con mala entraña. Bien es verdad que la religión, lo sabemos, no admite las ironías.

En nuestro ánimo está el interpretar las cosas bajo puntos de vista de sentido común, o lo que es lo mismo, de racionalidad. Es la busca de la sabiduría, pues sabio es aquel que aplica el sentido común a las cosas, habiéndose informado en profundidad sobre ellas. El estudio es el mejor alimento del sentido común.

Pero ¿qué sucede cuando la búsqueda de la verdad incide en las religiones? Pues ni más ni menos que topamos con un muro actitudinal imposible de franquear. Puede haber verdad o no en el hecho religioso, pero no se sabe, porque jamás es objeto de discusión mínimamente crítica e imparcial.

Un ejemplo. El sentido común, la razón informada, me dice que la palabra no es capaz de transformar una sustancia: no hay abracadabras para transformar el plomo en plata. ¿Por qué algunos creen que sí? Y si esto se dice de objetos físicos, tangibles, lo mismo y con más razón se puede decir de “espíritus”: nadie en su sano juicio puede admitir, primero, espíritus y luego que por decir “esto es mi cuerpo” tal sustancia tome cuerpo… Esto es lo que dice la razón; pero “se cree” en otra cosa.

Y aquí nos viene a la mente la pregunta que tantas veces hemos traído a colación poniendo al querellante ante su propio credo: Dios hizo al hombre racional pero ¿debe ser irracional en las cosas que a él [Él]atañen? Esta incongruencia contradice la misma esencia de Dios. Pues sea así o no, éste es el hecho: todos los dogmas y verdades del catecismo no soportan el mínimo juicio de la razón. “Quod non capis, quod non vides…” ¿Por qué se admiten? “…animosa firmat fides”.

Llegados a este punto, no podemos por menos de concluir que un creyente no está interesado en buscar la verdad sino en preservar la suya. No discute con argumentos que ambas "razones", la pro y la contra, entiendan y que ambas sean capaces de admitir. Con lo cual es imposible llegar a conclusiones mutuamente reconocibles.

Quizá sea de grueso calibre discutir sobre casos extremos de credulidad, p.ejm. sobre la presencia real de Cristo en la hostia, pero sí se puede discutir científicamente sobre el Jesús que aparece en los Evangelios después de haber investigado científicamente sobre ¡sus mismas palabras!: si la ciencia aplicada dice y deduce que Jesús NUNCA se consideró a sí mismo Dios y que la divinización de Jesús es muy posterior y responde a determinados factores ajenos a la historia real de Jesús, ¿por qué el creyente jamás admitirá esto?

Podemos conceder que los Evangelios son el testimonio más directo de la vida y hechos de Jesús. Pues si un estudio riguroso de los mismos lleva al sentido común –la razón informada—a decir que en ellos Jesús no se consideraba Hijo de Dios, ¿por qué la Iglesia de hoy impone como verdad lo que científicamente se ha visto que no lo es?

Respuesta múltiple: la actitud, el interés, el dominio de las conciencias, el supuesto salvífico de una persona que quizá no sepa de qué se tiene que salvar, el poder temporal de una casta de funcionarios de lo divino…

Una consecuencia de lo dicho es que el entramado doctrinal de una religión no se puede considerar “conjunto de verdades” discutibles, sino “creencias” (por ello, primero, nadie podrá decir nada contra el que cree; mas, tampoco podrá rebatir a quien afirme que Spiderman es un ser de carne y hueso: él por su parte dice que Jesús es Dios).

¡Pero…! Hay un pero monumental: la Jerarquía afirma, sostiene, predica, dice e impone que todo lo que se cree es verdad, es real, es fáctico, es incontrovertible, ¡es histórico! Jesús es Dios.

¿Qué es entonces la religión? ¿Es una verdad? No, es “algo” que exige un acatamiento actitudinal. Lógicamente, ante un posible diálogo sobre el contenido de lo que se cree, no se paran en la verdad que puede extraerse de dicho diálogo, sino en el mensajero: si es creyente acatador, se puede admitir como contertulio; si no lo es, “cave canem”.

Insistimos en la cuestión actitudinal. Puestos frente a frente dos contertulios, es seguro que en cuestión religiosa subirán de tono las palabras y terminarán como el rosario de la aurora. Y con harta frecuencia, proliferarán los insultos. ¿Por qué sucede esto con una “verdad” religiosa y no con las otras?

Con seguridad, cuando dos hortelanos charlan sobre el cuándo y el cómo de fumigar las patatas, nunca llegarán a las manos; si dos policías charlan sobre el mejor modo de regular el tráfico, seguro que llegarán a conclusiones válidas; si un astrónomo descubre un nuevo asteroide, lo comunicará al cuerpo científico y discutirán el sí o el no, pero no se enzarzarán en peleas actitudinales; igualmente si el cuerpo médico investiga sobre el “perfil sanitario” de una gripe nueva, no se tirarán los fonendos a la cara… ¿Por qué no sucede esto cuando de discutir sobre las indulgencias se trata o sobre el poder de la gracia o sobre el perdón de los pecados o sobre el poder de la oración o sobre la divinidad de Jesús?

Hemos de deducir que la verdad religiosa no es tal verdad en el sentido "racional" y "científico" de que hablamos. Es una creencia, pudiera tildarse de "verdad creída", y como tal endeble, subjetiva, frágil, inconsistente, admitida colectivamente por instancias de muy diversa índole que nada tienen que ver con la búsqueda de la verdad ni pueden someterse al popperiano “falseamiento”.

Fuente: Humanismo sin Credo

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