La Rosa De La Amistad

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Se suele usar el término “amistad” de manera pródiga. Y así escuchamos decir: “Anoche conocí a un excelente amigo”. Puede ser que, en efecto, la persona aludida tenga cualidades de excelencia; pero eso no quiere decir que sea nuestra amiga.

Primero, porque se debe contar con su aquiescencia; la amistad no es un juego solitario, es un “juego de dos”. Y, segundo, que tanto uno como otro de los involucrados deben estar seguros de su equidad tanto en dar como en recibir. La más mínima falla en ese trámite, hace que tambalee el edificio de la amistad que, entonces, se verá que ha sido construido sobre bases deleznables.


Esta explicación racional de lo que es la amistad se ve mejor descrita en un poema de José Martí, que dice: “Cultivo una rosa blanca/ en junio como en enero/ para el amigo sincero/ que me da su mano franca.” Es decir, el poema nos revela que la amistad se parece a la “rosa blanca”, o, en otras palabras, ésta, la rosa blanca, está reemplazando a la amistad, la misma que adquiere las cualidades de la rosa: de ser bella, de ser frágil, de ser pura, y cualquier acto malsano la afearía, la heriría, la mancharía.

Y por eso sólo se la entrega a quien consideramos amigo, y sabemos que lo es porque lo sentimos en la franqueza de su mano y en la sinceridad de sus palabras.

Amigo no es aquel que acepta todo lo que se le dice de manera incondicional; porque aquello que se le dice puede ser erróneo y hasta dañino, tanto para quien lo dice como para quien recibe ese mensaje. Por eso el requisito de la sinceridad es indesligable de la amistad. Aunque alguien ha dicho que la sinceridad es la forma más fácil de perder amigos. Y entonces habría que corregir este aserto. La sinceridad es el medio más adecuado para probar la amistad de los otros. Porque el verdadero amigo es aquel que acepta las verdades del otro, aunque le resulten desagradables.

Si un supuesto amigo le dice a otro: “Yo te voy a hacer ingresar a trabajar en la administración pública, porque tengo el cargo máximo; pero voy a hacerlo salteándome el debido procedimiento, y nadie se va a dar cuenta.” A ese supuesto amigo se le debe decir: Si quieres hacerme el favor, hazlo respetando el debido procedimiento. En caso contrario, no me estarás honrando con tu favor, sino que estarás favoreciendo mi deshonor.

Fuente: Julio Carmona

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