La santa destrucción encerrada en pequeñas frases.

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Pregunto al fiel cristiano, a la monja piadosa, a la hermana solícita y cumplidora, al creyente convencido, al cura sin panza, al fraile que alguna vez sonríe, al teólogo escéptico, al obispo burócrata, al matrimonio neocatecumenal, al cursillista pascual, al recién confesado, al confirmado henchido del Espíritu Santo, al joven fiel alegre y confiado pletórico de ideales... ¿Habéis leído alguna vez los versículos que siguen? ¿Os habéis parado a pensar en ellos?

PABLO EL DE TARSO. No permito que la mujer enseñe ni que domine al hombre. Que se mantenga en silencio. Las mujeres callen en la asamblea. (I Tim 2, 9-15)


JESÚS. No penséis que he venido a traer la paz a la tierra. No he venido a traer la paz, sino la espada. Sí he venido a enfrentar al hombre con su padre... (Mateo, 10, 34)

LUCAS EL CRONISTA. Bastantes de los que habían practicado la magia reunieron los libros y los quemaron delante de todos. Calcularon el precio de los libros y hallaron que subía a cincuenta mil monedas de plata. (Hechos, 19,19)

¿Pertenecen estas citas al Nuevo Testamento? ¿Son “palabra de Dios”? ¿Las siguen defendiendo tal como aparecen y como se han aplicado a lo largo de la historia? ¿Es preciso ahora “interpretarlas” para decir lo contrario de lo que dicen y de lo que han provocado? Porque hasta ahora se han aplicado al pie de la letra...

Más todavía, si tales frases aparecen en su credo, deberían correr a esconderse donde puedan, porque han provocado desastres históricos no similares sino iguales a los que ahora vemos provenientes del mundo musulmán.

En cualquier libro que no sea explicación de los misterios del rosario pueden encontrar las consecuencias de lo que tales versículos han provocado en la historia. Aquí no hay sitio para ello.

Parecen versículos sin importancia, como de pasada, o como dice la nota de la Biblia de donde tomo la referencia de Hechos, 19, “este pintoresco episodio”. ¿Es pintoresco que una Escuela de Filosofía desparezca bajo el fuego alentado por la fe y a ejemplo de lo que según Lucas sucedió en Éfeso? ¿Es pintoresco que un pensador muera en la miseria por no poder abrir la boca? Deberían añadir otra cosa cosa bien distinta: “episodio criminal para la cultura y los intelectuales”.

1º) CALLEN LAS MUJERES. ¿Cuál ha sido la condición de la mujer hasta prácticamente el siglo XX en el mundo occidental? Si el primer jerarca –Pablo de Tarso-- dice “las mujeres callen en la asamblea (ecclesia)”, el segundo, para no ser menos, aumenta las prohibiciones en unos términos que han perdurado hasta nuestros días: No está permitido que una mujer hable en la Iglesia, ni le está permitido enseñar, ni bautizar, ni ofrecer la eucaristía, ni reclamar para sí una participación en las funciones masculinas y mucho menos en el sacerdocio. Y el cuarto añade prescripciones sobre prendas de vestir, abluciones, paseos, relación social... Y el quinto y el sexto y el noningentésimo nonagésimo noveno (999º) hacen que la mujer no sea otra cosa que objeto destinado a parir hijos para el cielo.

2º) NO HE VENIDO A TRAER LA PAZ. ¿No dicen que el Reino de Cristo es reino de amor y de perdón? ¿No dicen que el mandamiento de Cristo es el del amor? Sí, lo interpretan como quieren, pero las palabras son lo que son. El Reino de Dios en la tierra fue de amor hasta que llegó al poder: a partir de entonces la cruz invirtió su orientación y se convirtió en espada. De ahí nacieron las persecuciones cristianas sobre los paganos, sobre los herejes, sobre los disidentes; de ahí las terribles Cruzadas, de cuyas atrocidades sabemos muy poco. De ahí las hogueras. De ahí las cárceles. De ahí...

3º) REUNIERON LOS LIBROS Y LOS QUEMARON. Éste espisodio fue el precedente de la vesania destructiva de todo lo que significara cultura helenística, para arrumbar el inmenso legado de ciencia natural griega y las aportaciones de los filósofos y pensadores “humanistas”, para propiciar el retraso secular en la investigación... De ahí la quema de bibliotecas enteras. De ahí el famoso “Índice de libros prohibidos” que ha durado hasta la primera década del siglo XX; de ahí el paternalista “imprimatur” que todavía perdura.

Y una pregunta de fácil contestación: ¿Cuándo han dejado de tener vigencia y efectividad? ¡Cuando la sociedad occidental ha dicho “basta”!

Lo mínimo que se podría decir a los cristianos de ahora es que callen, que estén mudos ante lo que ven de sus hermanos musulmanes; que no pidan explicación alguna a los ciudadanos occidentales por no salir en defensa de su jefe... ¡Callen porque su historia es suya!.

No les debiera resultar extraño, por ende, nada de lo que ahora le sucede a la Iglesia, porque la sociedad civil-izada también tiene memoria:

¿Se extrañan de la desafección de Occidente?
¿Se extrañan de las iglesias vacías?
¿Se extrañan de que cualquier informado les sacuda con su propia historia?
¿Se extrañan de que no sean bien mirados en ningún sitio?
¿Se extrañan de los tópicos con que cualquiera les zahiere?
¿Se extrañan de que sean tratados con sus mismas armas?
¿Se extrañan de las víctimas inocentes en países "de misión"?

Fuente: Humanismo sin credo

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