Las investigaciones sobre Jesús nunca llegarán a conclusiones.

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Son interesantes por demás los artículos del grupo “Blog de Antonio Piñero” -me refiero a la serie de artículos que tratan de Jesús, el histórico y el divinizado— a los que remito por referencia y por deferencia.

Desde posturas científicas biblistas vienen a decir lo que aquí, con un tono más apologético y vulgarizador, venimos diciendo desde hace ya tiempo. Tómense como muestra los dieciséis artículos dedicados a Pablo de Tarso o la serie de artículos del mes de diciembre de 2008.

La pregunta que constituye el meollo del asunto es “qué se sabe de Jesús” o quizá “el por qué, cuándo y cómo de la divinización de Jesús”.


Aquí, y quien nos haya seguido lo recuerda, hemos hablado de Pablo de Tarso como el verdadero fundador del cristianismo, no el cristianismo primigenio, sino éste que ha llegado a nuestros días, que en esencia predica un Jesús Hijo de Dios, encarnado, muerto por la salvación de los hombres y resucitado.

Lo que sabemos de Jesús sólo a través de textos interesados lo sabemos: el Nuevo Testamento. Los otros, los ajenos al cristianismo --F.Josefo, Tácito, Suetonio, Plinio y no sé si queda alguno más-- no inciden en los aspectos medulares de Jesús, por lo que no hacen al caso. Son puramente testimoniales. ¿No admiten esos documentos una mirada crítica: exegética, literaria, comparativa, etc?

Lógicamente dichos textos interesados se han estudiado “ad náuseam” desde los primeros tiempos, pero estudiar, estudiar, lo que se dice estudiar, sólo desde el siglo XIX se ha hecho con cierto rigor y con un mínimo sentido crítico, que no apologético u homilético. Y no por parte católica, como es bien sabido.

Estamos plenamente de acuerdo con D. Fernando Bermejo en que la investigación católica, la reciente y la actual, está toda ella plagada de prejuicios. La fe impide investigar, bien por imperativo subjetivo (el sujeto creyente), bien por imperativo objetivo (las autoridades prohíben cualquier disidencia dogmática a la que necesariamente se llega en asuntos donde lo mítico se mezcla, o se quiere mezclar, con lo mítico).

La normativa cristiana –lo que la Jerarquía ordena creer— es incompatible con la investigación. Cuando alguien opina algo en-contra-de, rápidamente lo achacan a ateísmo, anticlericalismo, cristiano-fobia, impiedad, herejía… Bien lo hemos corroborado en este blog.

La cristología actual, la que debe regir como norma a creer, está muy lejos de cohonestar investigación y verdad con creencia, dejando a salvo aquellos que a pesar de todo manifiestan y mantienen honradez intelectual.

Podemos citar el caso de nuestro querido y añorado amigo Jesús Luis Cunchillos, sacerdote que fue de los SS.CC. que tuvo que recoger los bártulos y trasladarse como laico al CSIC para poder seguir sus investigaciones bíblicas (y poder vivir). Dentro le negaron el pan y la sal. Él se refería, “in genere”, no con cierto deje de amargura a pesar de que su vitalismo y espíritu alegre no lo manifestaban, a instancias que venían directamente de un papa anclado en el pasado, JP-2 como responsable del cercenamiento biblista. Y a pesar de todas las evidencias y contrariedades, nunca abandonó su fe cristiana.

Los creyentes cristianos, teólogos o biblistas, que investigan sobre Jesús, no se atreven a dar un paso en falso por temor a ser expulsados del gremio.

Copio a este respecto tres aclaraciones del punto 8º de D. Antonio Bermejo que, huelga decir, comparto plenamente.

Aclaración 1: ...Es difícil conciliar la cristología ortodoxa con la verdad. M.Casey.

Aclaración 2: El hecho de que los resultados se sigan lógicamente de una imagen que cualquier estudioso crítico (al margen de sus convicciones ideológicas) puede compartir… [se debe] al rigor crítico y al sentido común que busca en la historia la verdad.

Aclaración 3: …[dicen algunos que] la incompatibilidad señalada no se da en lo que respecta a la cristología más reciente: a) esto es un desideratum que está por demostrar; y b) el cristianismo normativo, con respecto a Jesús, que sepamos, no ha cambiado esencialmente en las últimas décadas: el cristianismo normativo no es lo que piensan uno o dos teólogos especialmente sofisticados.

La Jerarquía no puede por menos que mantener, muchas veces por las bravas, el corpus doctrinal que todo fiel cristiano debe creer. Le va en ello su propia subsistencia, con el miedo en el cuerpo de caer en los reinos de taifas en que se ha convertido la casa común protestante.

Y así le va. Dirán que le va bien, porque mantiene una imponente masa de plebe mostrenca y acrítica que pase lo que pase aceptará lo que sea. Pero de hecho le irá mal, porque la sociedad occidental con más espíritu crítico, más culta, más incardinada en el mundo, más renovadora, con más personas interesadas en buscar la verdad… ya no acepta los trágalas indigestos con que se presenta ante ella la tal Iglesia.

Fuente: Humanismo sin Credo

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