"Quien se considere católico debe aceptar las reglas del juego"

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Juan José Omella saca tiempo de donde no lo hay. Inmerso en los preparativos del Día de la Iglesia Diocesana, Juan José Omella intenta robar horas al reloj y recibe a Javier Campos del Diario LA RIOJA para, de cara a la celebración de hoy, pedir la participación de la comunidad cristina. 'Somos parte de una Iglesia que acompaña y ayuda' es el lema y el obispo de la diócesis de Calahorra y La Calzada-Logroño busca mostrar el lado cercano y solidario de la misma, más si cabe, en tiempos de crisis.

- ¿Cuál es la situación de la diócesis desde el punto de ista económico?


- La Iglesia lleva a cabo tantas obras (desde la parte social a la pastoral pasando por el mantenimiento de los inmuebles...) que no resulta sencillo. Todo requiere dinero y nadie debe olvidar que nuestro único modo de ingresos son los donativos. Tratamos de vivir con el criterio de la austeridad y la transparencia a la hora de presentar cuentas y siempre estamos estirando. La diócesis tiene lo que tiene y se abastece de donde se abastece, por tanto yo aprovecho para pedir que todos los católicos tomemos conciencia de la gran obra que hace la Iglesia y de sus grandes necesidades, que entre todos sostengamos lo que tanto bien hace y ha hecho a la sociedad.

- ¿Continúan cayendo las vocaciones sacerdotales?

- De vocaciones andamos más bien flojos; ahora bien, la pregunta fundamental es cuál es la causa. Hay quien cree que la Iglesia va a desaparecer; yo pienso que se trata de un problema que afecta a toda la sociedad. Cada vez hay menos médicos, maestros... lo que a mi juicio está relacionado con la caída de la natalidad. De seguir así no sólo será difícil sostener los seminarios, sino las universidades y, con ellas, otras profesiones. O tomamos conciencia o lo que desaparece no es la Iglesia sino la sociedad. Otro elemento que influye es la familia, ya que las vocaciones surgen donde se vive la fe y con familias tan desestructuradas como las de ahora el problema se agrava. Luego estaría el ambiente materialista en que vivimos.

- En su día hizo un llamamiento a sacerdotes, congregaciones religiosas y católicos de base a que contribuyesen económicamente a la creación de un fondo de ayuda para los más desfavorecidos. ¿Habrá futuras propuestas en este sentido?

- La campaña se emprendió ante la situación de crisis económica que estamos sufriendo y la invitación sigue adelante mientras continúen las dificultades. Considero que es importante que contribuyamos al fondo, que gestiona Cáritas, porque quienes peor lo pasan están aumentando y así se deja ver en las peticiones de ayuda. La idea es seguir con ello mientras se mantenga la crisis económica.

- ¿Asistió a la última manifestación contra la reforma de la ley del aborto celebrada en Madrid?

- No asistió ningún obispo, pero yo sí que les apoyé y les animé. Veo con buenos ojos que la población civil se manifestase porque la ley que se quiere llevar la Parlamento me parece algo que sobrepasa todos los límites comprensibles. Nuestra sociedad valora muy poco la vida humana y lo que más me duele es que vamos camino de incrementar aún más esa cultura de la muerte tan de moda. Estamos haciendo un flaco servicio a la dignidad humana, que todos la tenemos incluso antes de nacer, es decir, desde la concepción. Una vida es una vida y hay que respetarla en todas sus fases: es nuestra tesis y hay que ser valientes en defenderla.

- Parece que la advertencia lanzada de negar la comunión a aquellos diputados que voten a favor de la ley no ha caído bien entre la clase política. 'Si quienes aprueban el aborto van al infierno, ¿a dónde irán quienes aprobaron la guerra de Irak?', he llegado a oír.

- Nos gusta mezclarlo todo para defender lo que nos interesa. La Iglesia católica tiene una moral que surge de determinado estilo de vida según el Evangelio de Jesucristo y quien transgreda dicha moral, en nuestro lenguaje católico, decimos que está en pecado y tiene que subsanarlo para obtener el perdón. La Iglesia no dice más de lo que ha dicho siempre. El gran principio de quien se considera católico es que tiene que aceptar las reglas del juego; si no, no lo es... Tales reglas vienen marcadas por los mandamientos: no matarás, pues aténgase usted a las consecuencias; honrarás a tu padre y a tu madre, pues aténgase usted a las consecuencias; santificarás las fiestas, pues más de lo mismo...

- ¿Lo que piden, por tanto, es sencillamente ser consecuentes?

- Lo que no puede ser es que unos mandamientos me gusten más que otros y obre al libre albedrío. El 'no matarás' es un no al aborto, un no a la guerra y un no a tantas otras cosas. Sin embargo, el tema del aborto tiene una singularidad especial: se trata de seres indefensos y es ahí donde se vuelca la mayor gravedad del acto.

- ¿Se acerca el final del crucifijo en las aulas?

- Nadie debe olvidar que Europa se ha construido en torno a los valores cristianos y como tal hay que reconocerlo. El cristianismo ha desempeñado un papel fundamental en la Europa democrática, libre, de respeto a las personas y regida por la justicia... Si el símbolo de esa fe es el crucifijo, ¿qué mal puede hacer? ¿A qué viene tanta persecución? ¡Quitemos los crucifijos de las aulas! De acuerdo, pero ¿también los quitamos de las calles, de las obras de arte, de las medallas que luce la gente en sus cuellos?

- ¿Comparte el obispo la idea generalizada de una pérdida total de valores y la forma en que la Iglesia aborda el fenómeno?

- El crecimiento de la corrupción es el más claro ejemplo de a qué niveles estamos llegando. Esa pérdida de valores a la que se refiere se ve todos los días: es la época del todo vale, del relativismo más absoluto cuando tendríamos que volver a la ley natural construyendo desde ahí y no lo que nos interese según el momento. La Iglesia quiere seguir prestando el gran servicio de humanizar la sociedad... otra cosa distinta es cada cristiano con sus defectos, llámese obispo, sacerdote o seglar. En lo esencial, siempre hay unidad; en lo demás, diversidad, pero siempre buscando el bien común; y en todo, como decían los santos padres, caridad, respeto y cariño. La Iglesia y sus obispos lo tenemos claro, aunque luego haya cosas opinables y cada uno tenga su sensibilidad... ¡Ojalá los políticos hiciesen lo mismo!

Fuente: Periodista Digital

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