La Depresión y la Solución

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Tenía deudas por encima de 176,000 dólares, juicios por lo civil, juicios por lo penal, la empresa de mis sueños había quebrado; mi pareja me había abandonado.

De pronto, sin darme cuenta, me despierto un día y me doy cuenta de que no tenía deseos de levantarme, quería seguir en la cama y olvidarme de mi vida. Me invadía una terrible angustia por mi situación y sentía unas tremendas ganas de llorar; pero ya no tenía lágrimas; sentía un dolor en el corazón, era como una estaca clavada en mi pecho que no me dejaba respirar, me dolía y solo quería estar solo y a oscuras, que nadie se acercara, que nadie me vea.


No tenía ganas de volver a usar mis mejores ropas, de afeitarme, de asearme, total para que? No tenía ganas ni de comer. Todos los pensamientos malos, terribles, de menosprecio, de crueldad hacían cola en mi mente para pasar y repasar una y otra vez. Me sentía muy mal y cada vez peor.

Oraba pidiendo ayuda Divina, pero al parecer Dios estaba ocupado y mis ruegos eran absorbidos por una especie de agujero negro que se había instalado alrededor mío.

Me sentía solo, sentía que hasta mi ángel de la guarda me había abandonado. Quería que me escuchen y gritaba con lágrimas, lloraba con palabras. Todo mi cuerpo se estremecía de dolor, me dolía el alma y ya no tenía ganas de vivir, no tenía ganas de nada, no tenia motivación.

Un buen día al cerrar la oficina cuatro sujetos me rodean y después de molerme a golpes lanzan la frase: "Esto es para que pagues tus deudas"

Regreso a mi oficina sangrando, me siento, la soledad de mi despacho se me hace más grande aún. Saco mi revolver del cajón izquierdo (Soy zurdo); verifico las 6 balas en la recámara, saco 5 y dejo una, giro el tambor del arma y coloco el cañón sobre mi cien. Rastrillo el arma y jalo el gatillo, pero sigo vivo.

Pienso: "Que mala suerte tengo, ni siquiera puedo suicidarme"

Lo intento dos veces más y dos veces más obtengo el mismo resultado. Bueno, si no hubiera sido así no estaría hoy contándote esta historia.

Después del tercer fracasado intento me dirijo a Dios y le digo: "Yo ya no quiero vivir, pero no me dejas morir ¿cuál es tu plan para mi vida?"

Mucho tiempo ha transcurrido de estos hechos, puedo decir ahora que el plan de Dios, en su infinita sabiduría me preparó para lo que ahora hago. He recibido tantos golpes, tantas lecciones. Dios me dio la respuesta, encontré el camino. Ahora soy un conferencista motivacional.

Tengo muchas historias personales que utilizo en mis conferencias, que sólo son la excusa perfecta para explicar cómo Dios está siempre presente, para explicar cómo uno puede salir de los problemas con su ayuda.

Cada persona va atravesando una serie de pruebas y lecciones hasta que logra aprender y evolucionar como ser humano. Yo tenia el ego tan grande que me negaba la felicidad de tener a Dios como mi principal aliado.

Trataba de reducir todo a aspectos psicológicos: pensamientos, sentimientos y conductas. Asumía que si cambiaba mis pensamientos acerca de las cosas, sentiría de un modo diferente. Quedarme en el plano lógico –racional era una forma simplista de ver la vida.

Felizmente comprobé que existe otra opción: “asumir nuestra realidad espiritual”. Teilhard de Chardin sostiene: “No somos seres humanos que tienen una experiencia espiritual. Somos seres espirituales que tenemos una experiencia humana”

En conclusión que ningún problema, ni crisis, nos borre la sonrisa. Que nada, ni nadie cambie nuestro destino de llegar a la casa del Padre, cantando, con lágrimas de alegría, con el corazón en la mano, con la felicidad al ver que todo lo que nos fue prometido es cierto.

Fuente: Jorge Rivero
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