Padre San Pío De Pietrelcina, Un Santo De Nuestro Tiempo

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Hace varios meses me obsequiaron una película y un documental sobre la vida del padre San Pío de Pietrelcina, un santo proveniente de los hermanos menores franciscanos capuchinos. Los filmes me impresionaron intensamente y ello me llevó a buscar literatura e interiorizarme en su vida.

Francisco Forgione (Padre Pío) nació el 25 de mayo de 1887 en Pietrelcina, Benevento (Italia). De familia pobre, ingresó al convento de los Frailes Menores Capuchinos en Morcone a los 16 años, tomó el nombre de Fray Pío y fue ordenado sacerdote el 10 de mayo de 1910. El 20 de septiembre de 1918 recibió el don de los estigmas, cuando oraba ante el crucifijo de la antigua iglesia de San Giovanni Rotondo.


Sobre ello, los médicos dijeron que sus estigmas “no tenían una explicación científica y que habría que buscarla en lo sobrenatural”.

Entre 1923 y 1933 el Santo Oficio le impuso restricciones –tenía muchos detractores- y las aceptó con resignación. Fue tanta su humildad que dijo: “la Iglesia ha cumplido con su deber, si algunos no me hubieran perseguido, no me habría salvado”.

En 1956 fundó la “Casa del Alivio del Sufrimiento”, un hospital para los más pobres.
Murió el 23 de setiembre de 1968. El Papa Juan Pablo II lo llevó a los altares el 16 de junio del año 2002.


Padre Pío era un paradigma de la fe, había recibido innumerables carismas y los dones de curación y bilocación. Observó estrictamente los votos franciscanos: obediencia, pobreza y castidad. Fue un hombre de profunda oración. Creó los “grupos de ruego” (hoy denominados de oración), que hoy se multiplican por miles en el mundo.

Confesaba más de 16 horas diarias, es que quería salvar almas. Se cuenta que a los que se confesaban, les recordaba sus pecados. Juan Pablo II dijo de él “ah, Padre Pío, qué hombre de Dios. Una vez fui a verlo y me confesó”, recordando que lo visitó en 1947 cuando era sacerdote y según se afirma le profetizó que iba a llegar a ser Papa.

Además, acaba de darse a conocer una carta del entonces obispo de Cracovia, Karol Wojtyla, que le envió al Padre Pío, para que rezara por la salud de su amiga Wanda Poltawska –que era joven y tenía cuatro hijas pequeñas, que le habían diagnosticado un tumor terminal. La carta decía “reza para que Dios, con la intervención de la Virgen, muestre misericordia por ella y por su familia. En Cristo. Karol Wojtyla”. “A él no le puedo decir que no”, dijo el Padre Pío a Angelo Battisti, que era un empleado de la Secretaría de Estado del Vaticano.

Once días después, una nueva carta escribió Wojtyla al Padre Pío: “Reverendo padre, la mujer que vive en Cracovia, madre de cuatro niñas, el día 21 de noviembre, antes de la operación, se curó repentinamente. Demos gracias a Dios. Y también a ti, padre venerable, te lo agradezco con todo mi corazón, en nombre de la propia mujer, de su marido y de toda su familia. En Cristo, Karol Wojtyla, Obispo capitular de Cracovia”

Hay algunas frases de él que las llevaré toda la vida: “en los libros buscamos a Dios, en la oración lo encontramos; la oración es la llave que abre el corazón de Dios”. “Si los hombres apreciaran el valor de una Santa Misa se necesitarían policías del tráfico a las puertas de iglesias cada día para mantener las multitudes en orden”. “Cada Santa Misa, escuchada con devoción, produce en nuestras almas efectos maravillosos, abundantes gracias espirituales y materiales que, nosotros mismos, no sabemos... ¡Es más fácil que la tierra exista sin el sol, que sin el Santo Sacrificio de la Misa!” “Reza, ten fe y no te preocupes”, “el divorcio es el pasaporte para el infierno”, entre tantas otras.

El Papa Pablo VI dijo de él: “¡Mirad qué fama ha tenido, qué clientela mundial ha reunido en torno así! Pero, ¿por qué? ¿Tal vez porque era un filósofo? ¿Porque era un sabio? ¿Porque tenía medios a su disposición? Porque celebraba la Misa con humildad, confesaba desde la mañana a la noche, y era, es difícil decirlo, un representante visible de las llagas de Nuestro Señor. Era un hombre de oración y de sufrimiento”. Su festividad es el 23 de setiembre.

¡Qué ejemplo, Dios mío, qué ejemplo!


Fuente: Ricardo Sánchez-Serra
Periodista. Miembro de la Asociación de Prensa Extranjera
Email: sanchez-serra9416@hotmail.com

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