La Fraternidad

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Nunca llueve a gusto de todos. Proverbio

Somos seres que compartimos este planeta Tierra mientras se nos da la oportunidad de permanecer y debemos en ese tiempo no olvidar que debemos cultivar la fraternidad.

Pedro Aparicio, nos recuerda, que: Fraternidad, es el lazo indestructible que nos une con nuestros semejantes en nuestros intereses comunes, sin implicar condición alguna; es la expresión del alma, es la manifestación libre del amor hacia nuestros semejantes. No importando que tengamos diferentes creencias, diferente ideología, diferentes gustos y aficiones o posición social.


Fraternidad, es la convivencia llena de afecto, inclusive, con personas que jamás hemos visto anteriormente, y que unidas en esa comunidad de intereses, es la búsqueda de nuestro perfeccionamiento material y espiritual, que cooperan con nosotros para lograr nuestros ideales, de manera espontánea y libre de prejuicios.

Fraternidad, es el aprendizaje de nuestra propia naturaleza, que nos induce a conocernos a nosotros mismos, por el conocimiento de nuestros semejantes, es el compañerismo de nuestros semejantes, para con nosotros mismos lograr alcanzar nuestros ideales, es la maestría que nos conduce por los senderos de perfección a través de la enseñanza mutua.

Lo cierto, que el presente nos indica, que teóricamente procuramos vivir y realizar la fraternidad, aunque es algo difícil en la práctica, dado a que hay diferencias de personalidades y caracteres entre los seres humanos, de suerte, que es a veces difícil sentir la fraternidad para con algunos de nuestros semejantes, quizá porque el hombre es dual ya sea desde un punto de vista, ha evolucionado hacia arriba desde los reinos inferiores de la Naturaleza y desde el otro, es un espíritu divino que habita en el cuerpo animal perecedero, y es así que si nosotros nos examináramos y reflexionáramos de cómo sentimos estas antipatías, encontraremos que siempre estás relacionadas con el cuerpo animal, con características animales que han sido transmitidas hacia arriba desde los reinos inferiores de la naturaleza, en el concurso y transcurso de la evolución de nuestros cuerpos: Agregándose a todo ello el hecho además que nos dividimos de acuerdo a nuestras ideologías, costumbres, tradiciones, creencias.

Todo lo anterior nos conlleva que al practicar la fraternidad, procuramos reconocer la individualidad espiritual de nuestros semejantes, pues es bien sabido que en ello, todos empezamos procurando descubrir lo más elevado de cada individuo para realizarlo lo mejor posible y si hay dificultades respecto a la parte inferior del individuo, entonces nos faltarán razones para dejar a un lado ese aspecto por el momento.

Justamente, es aquí, cuando se nos presenta la primera lección que debemos aprender como es la de no criticar a nadie, empleando el vocablo criticar en su acepción corriente y no en el sentido verdadero de Krino, que se traduce juzgar, pues bien sabido es que éste es un hábito que contrae la mente inferior, que por ahora predomina muchísimo sobre nosotros.

Deberíamos por el contrario, procurar y descubrir lo bueno y lo positivo en los demás y así en la proporción en que seamos capaces de desarrollar la espiritualidad en nuestra realización interna, más fácil será descubrir la misma vida espiritual en los demás, cuando más podemos ver y realizar a través de esta realidad, seremos más pacientes y tolerantes entre las limitaciones de nuestros semejantes, que parece ser prefieren quedarse en ese estadio.

De lo anterior se puede corroborar, que es muy cierto los pensamientos que se han dicho acerca del hombre en su búsqueda por la fraternidad, que en todo ser humano racional, hay un desequilibrio entre su cerebro y su corazón; pues cuando el uno bate con suma delicias sus ligeras alas para desprenderse del mundo material y bañarse en las olas cristalinas de la verdad y la fraternidad universal, el otro es incapaz de asistir

Pudiera entonces creerse, que el hombre estaría llamado a ser semi-Dios por los efluvios que nacen de su cerebro y sólo un débil mortal por aquellos que nacen de su corazón, y también pudiera creerse que el hombre intelectual, va al cielo a buscar las leyes de su creador y que al descender se encuentra con el hombre moral que proclama fraternidad y que es incapaz de comprender y someterse a las leyes divinas y menos a las humanas herméticas.

De aquí, que aquellos que se mantienen en una línea espiritual, no sigan su marcha, con el corazón desolado de amor, fraternidad y caridad, dejando a la espalda tan hermosos principios y valles, donde el eco de la fraternidad, no responde más que al profundo silencio del egoísmo o de la indiferencia o bien al sonido hueco de la mentira critica destructiva, ego, vanidad.

Debemos saber que la fraternidad en cualquier actividad que nos desenvolvemos, especialmente en el campo de la docencia y más aún si nos identificamos con alguna filosofía o pertenecemos a una Orden, no se da por el simple contacto externo, sino por los lazos firmes o indestructibles de una verdadera comunión espiritual, mediante una coordinación profunda de nuestras realizaciones internas, que solamente se logran en aquellos ambientes regulares, justos y perfectos.

Sería muy interesante reflexionar un poco que debiéramos ser actores de cambio en la división que se suscita en nuestra manera de cómo nos interrelacionamos, buscar u mejor acercamiento de la raza humana, mantenernos alertas sobre el desenvolvimiento de los países y sociedades en cuyo suelo habitamos, conservando al máximo los lazos de la fraternidad que nos condicionan sin distinción de razas, credos, sexos, nacionalidades, es decir, de iguales ante la ley divina y la de los hombres mismos.

De usted depende en el caso de Venezuela en donde se ha perdido la unión, en donde la Fraternidad casi ha desaparecido, se recupere, que sea una realidad para el bien de todos los que en el país habitan.

Fuente: Carlos Mora Vanegas

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