
Es una interpretación sesgada y parcial de aquel "si quieres ser perfecto", interpretado de tal manera en unos siglos concretos y que, por inercia, la Iglesia no ha hecho sino fomentar y mantener.
Sin embargo, lo que reluce es otra cosa. Porque también las cosas hay que verlas con "ojos de hombre". Y lo que aparece de manera patente es la cruel condición que encierra la vida diaria de las congregaciones católicas.
Todas sus “órdenes” y “congregaciones” funcionan como sectas y como tales debieran ser proscritas: mantienen esclavizada la mente de sus integrantes; el adoctrinamiento, unido a lo que entienden por obediencia, es un verdadero "lavado de cerebro" y, como tal, denunciable.
Las condiciones de vida, en algunas congregaciones, son de verdadera miseria personal, no tanto material, que a veces también lo es en el aspecto de atención "propia" a la salud, cuanto "vivencial".
Nada ilegal, porque es algo "aceptado voluntariamente", pero... La práctica de la obediencia degenera en una negación de la libertad; se han dado casos de auténtica coacción cuando el sujeto ha manifestado deseos de abandonar esa vida, algo también punible pero difícilmente demostrable; las donaciones que reciben no se destinan al fin explícito de quien las hace y eso es un delito de fraude, estafa, robo o malversación; la convivencia, si bien no es denunciable porque sus normas se aceptan voluntariamente, es psicológicamente degradante...
Algunas "constituciones" deberían ser revisadas, por contener doctrina antinatural, antidemocrática y las más de las veces tintadas de fascismo.
Fuente: Periodista Digital
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