
Es algo que hoy día nadie se atreve siquiera a sacar a colación. Sin embargo, desde Pablo de Tarso hasta el último teólogo opusdeista, es éste un "concepto-guadiana", que surge cuando la oportunidad llega.
No se nos alcanza cómo el pecado puede siquiera perturbar las funciones racionales. Dicen ellos que el pecado conduce a confusión de facultades intelectuales, emocionales y volitivas. Será así si así lo dicen.
Hay pecados que en rigor debieran llamarse delitos, que sí, proceden de una mente que previamente ha maquinado el mal y lo ha llevado a término. Pero no al revés. Es la mente criminal la que genera el crimen y no al revés.
Pero el pecado que, con otras palabras es simple fallo en el cumplimiento del deber, y que proviene de la pura "debilidad" humana, ¿ofusca la razón?
No digamos nada cuando el pecado es "puro pecado", como puede ser no acudir a la celebración litúrgica del domingo o recibir la "sagrada hostia" estando divorciado o comulgar sin haberse confesado anteriormente de haber faltado un domigno a misa por pereza...
¿Qué influjo tienen esos actos en la inteligencia?
¿No estarán buscando razones que justifiquen las perfidias?
¿Quizá porque a veces se piensa que lo que uno hace "es razonable"?
En el polo contrario, ¿cómo la redención de Cristo –dicen-- puede traer la luz a la razón? ¿No será una luz que provenga de fuegos artificiales?
Ni concpetual ni metodológicamente es explicable.
Algo tendrían que decir con relación a ello desde el sentido común hasta la estadística: ¿hay diferencia estadísticamente significativa entre “redimidos por Cristo” y desafectos posteriores? ¿Y entre un sacerdote católico y un sacerdote budista?
No más que la pura separación cultural entre ambos.
Fuente: Periodista Digital
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