El modelo global de Negocios

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El primer ministro británico, Gordon Brown, en su discurso durante la conferencia del Partido Laborista, atinadamente describió el estado del mundo actual: “El colapso de los bancos, la reducción de los créditos, la triplicación de los precios del petróleo, la velocidad de la tecnología y el ascenso asiático: nadie podrá poner ahora en duda que nos encontramos en un mundo diferente y que se trata de la era global”. Y una era de estas características requiere de un nuevo modelo (global) de negocios a seguir. En pocas palabras, este es el modelo global comercial: Para hacer negocios, se deberá considerar los intereses de cualquier parte que pueda resultar afectada por ello, ya sea mineral, animal o humana.


Tenía razón el señor Brown cuando dijo que, “no habíamos presenciado algo así de importante desde la revolución industrial”. De hecho, el cambio que ahora experimentamos dejará corta a la revolución industrial. Y aunque se esté manifestando como un colapso financiero, en realidad, se trata de una transformación de la consciencia.

Hasta hace poco, cuando dos personas o empresas deseaban hacer negocios o, de hecho, cuando dos partes se encontraban en circunstancias sociales o profesionales, consideraban únicamente sus propios intereses. Si lo que la otra parte ofrecía era conveniente se llegaba a un acuerdo. En la transacción ni siquiera pensaba en los intereses del otro. Se daba por sentado que la contraparte había estimado el trato como lucrativo, pues de otra forma lo habría desechado.
Pero en la era global lo anterior ya no funciona. Esto se ha manifestado en la desafortunada cadena de eventos que ha afectado a maestros en Wisconsin y a oficiales del Metro de Nueva York, entre otros. Ambos realizaron transacciones con un banco irlandés que ahora enfrenta serios problemas de liquidez, impactando también a una institución financiera alemana a la que éste pertenece “obligando a las autoridades alemanas a intervenir con un rescate multimillonario para detener una reacción en cadena que podría congelar el sistema económico de Alemania”, como lo describen Charles Duhigg y Carter Dougherty en el New York Times del 1 de noviembre del 2008.
Ésta es sólo una muestra que ya no podemos permitirnos pensar únicamente en nosotros, sino en el efecto global de cada acción que realizamos. El no hacerlo, nos llevará al fracaso seguro.
Podemos reflexionarlo de esta manera: Si el ser humano fuera una criatura unicelular, como una amiba, no necesitaría pensar en nadie o nada más. Podría dedicarse a satisfacer sus propias necesidades. Pero si el individuo ya es una célula dentro de un organismo multicelular, sencillamente no puede pensar solamente en sí mismo.
El organismo al que pertenece le provee a él todo lo que necesita para vivir - oxígeno y nutrientes-, y el individuo, a cambio, desarrolla las funciones que le corresponden dentro del organismo. Si no lo hace, se convierte de inmediato en un cuerpo extraño y los fagocitos lo destruyen sin pensarlo dos veces.
Definir nuestra época como la “era global” es equivalente a decir: “Somos un organismo único”, con todo lo que eso conlleva. Por consiguiente, el desobedecer las reglas de la era global implica pagar un precio muy alto, como en el caso de Lehman Brothers, AIG, Islandia, el rublo ruso y el metro de Nueva York, sólo para citar algunos ejemplos.
Aunque el primer ministro Brown no sea el primero en reconocer el inicio de la era global es muy importante que políticos y otras personalidades influyentes lo hagan tan abiertamente. Esto va a acelerar el cambio necesario en nuestra manera de pensar.
El G20, el grupo de los 20 países más industrializados del mundo, actúa en forma correcta al intentar detener la crisis cooperando en convergencia, pero será muy difícil que triunfen si no lo ven como el inicio de un nuevo modelo comercial, inclusive como un nuevo modelo de pensamiento. Porque en última instancia, no es nuestro sistema financiero el que no está bien, sino toda la humanidad.
Los intereses propios y el deseo de anular a los demás -en lugar de apoyar y permitir a otros crecer para que todos triunfen- es en sí la enfermedad, y todos la hemos contraído.
En consecuencia, considerar el interés común en lugar de los intereses propios debe ser nuestra aspiración y literalmente la línea de nuestra existencia. Desarrollar la consciencia global no es un término sofisticado del New Age o una expresión utilizada por los defensores de la ecología.
Significa que yo, tú, él y ella, todos unidos, tenemos que estar conscientes del bienestar de todos nosotros, de cada persona y cada cosa, cuando realizamos nuestros tratos comerciales y aún mientras vivimos nuestras vidas cotidianas, ya sea que aspiremos el piso, realicemos compras o tomemos café con los amigos.
En otras palabras, el modelo global no es otra forma de manipular los fondos para sacar más ganancias de ellos. Más bien, es una manera de pensar, una nueva visión del mundo que es el único camino que producirá resultados positivos en esta era global.
Aparte de cambiar nuestro enfoque de individual a colectivo, no necesitamos transformar nada más.
La culpa del colapso de Lehman Brothers no la tienen los fondos de inversión, ni los derivados los que hicieron fracasar a AIG, sino el deseo desmedido de ganar a expensas de los demás.
Si cambiamos la insaciable avaricia por un insaciable deseo de promover a los demás, y si lo hacemos unidos, nuestro futuro será un éxito garantizado.
Fuente: Rav Dr. Michael Laitman

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