"La vida sencilla"

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Pienso que todo cuanto hay en la vida es bueno si se le sabe dar buen uso.

Sin embargo, hoy en nuestra sociedad, un alto porcentaje de sus miembros, en especial una parte de la juventud, hace mal uso y abusa de ciertas substancias en el deseo de saturar sus sentidos de sensaciones peligrosas y desenfrenadas.


Los anuncios se vuelven reclamos excitantes con campañas glamorosas que encierran un mensaje subliminal que atrae y capta sutilmente, sobre todo a nuestros jóvenes.

El que la juventud quiera sentirse bien, a su aire, y marcando una línea diferente, renovada, innovadora, es normal, es una nueva sabia del árbol de la vida que vienen a renovar las ramas que ya dieron su fruto.
Vienen a dar como los que les han precedido, con su labor en la vida, su cosecha, su fruto y es ahí donde muchos no vemos la realidad y nos equivocamos los que creemos que ser diferente y ser joven es vivir en el desenfreno, sin orden y sin ética moral; en la irresponsabilidad.
No nos damos cuenta de que con esa actitud poco a poco vamos entrando a formar parte de una grey, que mas que liberal, se hace sumisa a los reclamos que excitándonos, sin darnos cuenta, nos hace súbditos servidores de la sustancia y el hábito y muchas veces de la adicción y el vicio; a la vez que nos hace esclavos de seres desencarnados que en la vida física fueron adictos a algún vicio y desde el otro lado nos utilizan para satisfacer su dependencia psíquica.
Pues todo vicio o hábito ancla por sus dos extremos, uno a la dependencia física y el otro a la psíquica. De ello que muchos anclados a alguna dependencia viciosa lleguen a decir: “Es como si en mi mente algo me incitara a hacerlo.” Los semejantes atraen a sus semejantes.
Pasado un tiempo puede que hayamos quedado anclados en ese hábito y tengamos un vicio difícil de vencer. Lo más triste es que a veces se nos aconseja y “pasotamente” a veces contestamos: “Soy mayor de edad y hago lo que quiero. Soy libre de hacer con mi vida y con mi cuerpo lo que quiera. Es cierto, podemos hacerlo. Pero ello es hacer hincapié en autodestruirnos.
Es mejor dar marcha atrás y reflexionar. De no adentrarnos en ese terreno y si hemos entrado, rectificar hasta volver a un estado de independencia.
A veces, nos parece que esa actitud de rebeldía nos hace parecer como más importantes, más independientes; mas a la moda; y lo que no entendemos es que con esa actitud nos precipitamos cuesta abajo.
A veces no comprendemos que el verdadero camino para ser diferentes y sentirnos bien con nosotros mismos y donde cada uno de nosotros debemos ser indómitos y rebeldes, es ante todo aquello que nos quiera anular y desviar, a cada uno de nosotros, de nuestro camino y noble objetivo en la vida; porque ese es el fruto que como un árbol, estamos destinados a dar cada uno en la vida, Porque no hay nada que exprese más valentía y diferencia del resto que ser ante las modas y corrientes de este mundo cada uno, uno mismo, sabiendo tomar aquello que nos beneficia y el resto dejarlo pasar digan lo que digan.
Como la flor que saca sus nutrientes del entorno y entre la multitud muestra cada una su perfume, colorido y forma característica, individual y personal, pues no hay dos huellas dactilares iguales.
Cuando tomamos en nuestra pauta de vida, un hábito de desenfreno, más tarde nos cuesta mucho arrancárnoslo de nosotros. Y ello puede impedir, que en otras etapas de la vida, podamos conseguir metas y objetivos, que en otro tiempo soñábamos conseguir y que a nivel interno nos es imprescindible para sentirnos realizados en este mundo.
Cuando adquirimos alguna dependencia viciosa nos repercute en la vida a todos los niveles, en la familia, en el trabajo, en las relaciones con los demás y nuestro interior sufre la insensatez e ingenuidad de haber caído en ello. Lo sufrimos en la salud física, pero también en la salud psíquica y moral.
La salud física se nos resiente, en la medida de los excesos que hayamos hecho, pero a la vez, interiormente, nos vemos a nosotros mismos vencidos y sucios y puede incluso que podamos llegar a delinquir por satisfacer la ansiedad que provoca la adicción. Algo que parecía sin importancia, que creíamos que podríamos controlar, ha crecido y se ha hecho nuestro dueño y señor, y ello, en lo íntimo de nuestro ser, nos angustia, nos oprime y nos rebaja. Aunque la sociedad aplauda ciertos hábitos y costumbres.
En lo mas profundo de nuestra alma está programado el futuro ángel que todos estamos destinados a ser, y en lo íntimo de nuestra conciencia lo llevamos grabado, y ella, si la escuchamos, nos dicta sabiamente los pasos a seguir para elevarnos libres.
Cuando no la escuchamos y seguimos malos hábitos y conductas, nuestro ser interno se lamenta, es como si enfermara por la mala vida que le damos.
Antes o después nos duele el alma y aparece la apatía, la falta de entusiasmo y un hastío desolador crece en nuestro interior, que algunas veces, equivocadamente, aún tratamos de ahogarlo con más embriaguez, tratando de evadir la realidad.
Por ello es necesario que busquemos placeres y diversiones sanas y controlar nuestros apetitos y deseos desenfrenados. Y sobre todo, de buscar en nuestro interior nuestro objetivo para erigirlo como meta a conseguir, y donde explayar nuestro entusiasmo, energía, creatividad y cualidades, et c. etc. Si tomamos la vertiente positiva de seguro que escucharemos de la corriente opuesta palabras irónicas y burlonas, pero eso tan solo es en el principio, porque en el fondo, la otra corriente reconoce que ese es el camino y saben que antes o después deberán volver a él.
A parte de que se les hace un gran favor mostrándoles un horizonte de ocios sanos, vida limpia, de entusiasmo, trabajo y alegría, alternativa que siempre estará ahí para acogerse a ella.
Todos sabemos que la cosecha es libre pero la siega es obligada. Las personas podemos esforzarnos, sufrir e incluso recibir humillación, discriminación u otra clase de maltrato, por llevar una vida limpia y productiva. Y también podemos dejarnos caer por la pendiente del desenfreno. Los primeros, aunque lleguen a sufrir, su ser ganará grandeza, fuerza, confianza, voluntad, paz, independencia y felicidad íntima.
Los segundos, muermo, hastío, dependencia, debilidad, pereza, inseguridad y mucho dolor, mucho más que los primeros. Y antes o después, tendrán que volver al camino recto.
Cuando andamos sobriamente por la vida, si no reconocemos en un principio nuestro camino, la vida misma nos lo desvela por la simple eliminación de otros, o simplemente puede que lo captemos intuitivamente y nos ayuda a reconocerlo, el estar lúcido y sin sombras que nos impidan ver la realidad y la ventura que se presenta ante nosotros.
Pero si nuestra psiquis está anclada a una dependencia, tan sólo captaremos la sombra que nos envuelve.
Cuando estamos sobrios vemos claro el horizonte y es entonces cuando debemos decidirnos a entregarnos a la labor de nuestra vida, a madurar nuestro fruto.
Cuando así lo hacemos nos conectamos con el flujo universal y todas nuestras capacidades conocidas, se avivan e incluso afloran otras de nuestro interior que desconocíamos.
El entusiasmo y la confianza, entonces se desborda, dándonos arrojo y valentía para hacer una labor honesta. Entonces como el río empezamos a hacer nuestro cauce en la vida.
Fuente: Alfonso Ortega

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